Horologia solaria: la medición de las horas en la Antigua Roma
¿Te has parado a pensar alguna vez cómo podrías saber la hora exacta si no tuvieras un reloj en la muñeca? Los hábitos para conocer la hora han cambiado mucho a lo largo de la historia, tanto es así, que ahora mismo al reloj en la muñeca podríamos añadir sin problemas el móvil que todos llevamos en el bolsillo.
En la Roma más primitiva, cuando sus dominios no salían más allá del territorio del Latium, no existía forma alguna para conocer las horas con precisión, por lo que los romanos se guiaban exclusivamente por la posición del sol en el cielo para saber aproximadamente qué momento del día era. Desde el solis ortus -la salida del sol- hasta el meridies -mediodía-, pasando después a la tarde o postmeridiem -de donde proviene nuestra abreviatura PM- y hasta llegar a la vespera y el solis occasus –la puesta de sol-. La noche –nox- también recibía algunas denominaciones adicionales, pero era más difícil establecer los tiempos sin la referencia del sol y a caso tampoco importaba mucho hacerlo por ser horas no productivas.
Esta forma de marcar el paso del día, desconociendo totalmente el concepto del reloj y de las horas, cambió radicalmente el 17 de febrero del año 293 a.C. cuando Lucius Papirius Cursor colocó en Roma -frente al templo del dios Quirino- el primer instrumento de medición del tiempo que conoció la Ciudad Eterna. Se trataba de un horologium solarium -reloj de sol-, un invento traído desde Grecia que revolucionaría el concepto del paso del tiempo a lo largo de todo el día.
A través de una aguja o gnomon, que proyectaba una sombra sobre una sección de esfera con doce radios tallada en piedra, se podía saber con exactitud la hora -una palabra que también se introdujo entonces- del día. Sin embargo, todos sabemos que la duración de los días no es la misma a lo largo del año, por lo que las horas romanas, al estar basadas en el movimiento del Sol, no siempre duraban lo mismo.
El día romano siempre contaba con doce horas de luz, que en invierno tenían una duración de unos 45 minutos cada una y en verano llegaban a ser de hasta noventa minutos aproximadamente. Tan solo en los días de los equinoccios de primavera y otoño las horas temporarias romanas duraban sesenta minutos como las nuestras, también denominadas equinocciales. Y aunque es cierto que los eruditos y estudiosos romanos conocían este tipo de cálculo horario más avanzado, no era empleado por la población, que prefería guiarse por un sistema más sencillo en el que cada jornada tenía invariablemente doce horas en las que poder dividir la vida diaria.
En la actualidad conservamos menos de cien ejemplares de relojes solares romanos, realizados en mármol o piedra y colocados en lugares públicos de las ciudades para que cualquiera pudiera saber la hora. Algunos incluso portan inscripciones que hacen alusión a aquellos quienes los pagaron de su bolsillo como muestra de su evergetismo hacia la ciudadanía romana. Recientemente se ha hallado uno nuevo, en este caso dedicado por el tribuno de la plebe Marco Novio Tubula en la ciudad italiana de Interamna Lirenas. La imagen que precede a estas líneas se corresponde precisamente con este horologium. También puedes verlo en 3D en el siguiente enlace a Sketchfab.
Además del horologium solarium, existían muchas otras formas de calcular el tiempo en la antigua Roma, nos dedicaremos a hablar de ellas en otra ocasión. Si no quieres perderte un nuevo artículo, no olvides seguirnos en nuestras redes sociales –Twitter, Facebook, Instagram, Youtube…- y apúntate a nuestro boletín de noticias para ser el primero en conocer nuevos datos interesantes sobre el mundo romano.