El dedo perdido del emperador Constantino
Los museos son grandes fortalezas en las que se guarda y se atesora el conocimiento de la historia y el pasado. A veces es tal la cantidad de objetos que se conservan entre los muros de un museo -la mayor parte de ellos en sus almacenes- que se pueden llegar a producir verdaderos hallazgos arqueológicos e históricos sin salir de allí, especialmente en aquellos museos cuyas colecciones llevan varios siglos formándose. Hace tan solo unas semanas se ha producido uno de estos increíbles descubrimientos en el Museo del Louvre, ¿quieres saber de qué se trata? Sigue leyendo.
En el marco de un proyecto de investigación sobre las técnicas de fundición de los bronces en la antigüedad, llevado a cabo por el departamento de antigüedades griegas, etruscas y romanas del Louvre y el Centro para la investigación y la restauración de los museos de Francia (C2RMF), una de las investigadoras, Aurélia Azéma, ha descubierto algo increíble mientras examinaba un dedo de bronce romano de gran tamaño (38 cm) conservado en el museo del Louvre desde el año 1863. La pieza, que formaba parte de la colección del banquero italiano Giampietro Campana, fue adquirida junto con otras tantas por Napoleón III y trasladada a París desde Roma.
Este dedo, que podemos ver en la imagen superior, pasó totalmente inadvertido como una pieza más entre las muchas que componían la colección y quedó relegado a los almacenes hasta el mes de mayo de 2018. Ahora, los investigadores han descubierto a qué estatua perteneció originalmente el dedo y no han dudado en comprobarlo. La estatua en cuestión representa al emperador Constantino I el Grande y se de ella se conservan la cabeza, la mano y una bola portaría sobre ella. A esta gigantesca estatua de bronce, conservada en los Museos Capitolinos de Roma, curiosamente le falta la mayor parte del dedo índice de la mano derecha. De hecho, ya en un grabado fechado en el año 1759, la pieza aparece sin este dedo.
Sin embargo, gracias a la tecnología de virtualización e impresión 3D, los investigadores franceses han viajado hasta Roma con una réplica a tamaño real del dedo para comprobar, como si del zapato de la Cenicienta se tratase, si ambas piezas realmente encajaban. El día 17 de mayo se confirmaron las sospechas: encajaban como anillo al dedo -nunca mejor dicho-. Desde cuándo estuvieron separados, es difícil saberlo. Tal vez ocurriera en el año 1584, cuando la gran bola fue separada de la mano y se colocó como decoración sobre el primer miliario de la Vía Appia en el cierre de la balaustrada de la plaza del Capitolio en dirección al Campo de Marte.
Ahora, el Museo del Louvre está preparando una exposición sobre la colección Campana en la que han pedido a los Museos Capitolinos que les presten la gigantesca mano de bronce para que por fin se reencuentre con su dedo índice. En contrapartida, el museo parisino está estudiando la posibilidad -que esperemos acabe siendo una realidad- de que el dedo vuelva a su hogar como depósito para ser reintegrado de forma permanente en la mano de bronce del emperador Constantino.
Néstor F. Marqués – Coordinador de Antigua Roma al Día
