¿En qué mes comenzaba el año en la Antigua Roma?
Seguro que muchos de nosotros hemos oído, e incluso repetido montones de veces que el año romano no siempre comenzó el 1 de enero. Y es que a todos nos gusta buscar anomalías en la cotidianidad, aunque solo sea para pensar en lo raro que sería comenzar el año en marzo. Pero, ¿es real esta afirmación? Y si lo es, ¿cuándo se cambió el inicio del año al 1 de enero? Si crees saber la respuesta a estas preguntas, mejor lee este artículo (quizá te sorprendas).
Es cierto que la propia tradición romana explicaba que el calendario de la Roma más arcaica, allá por la época del rey Rómulo en el siglo VIII a. C., tenía tan solo diez meses, en lugar de los doce a los que los propios romanos de periodos posteriores estaban acostumbrados. Enero y febrero no existían en este año primigenio, que tenía por inicio el mes de marzo y como final el de diciembre. Marte, quien daba nombre al mes de marzo, era el padre de toda Roma al haber engendrado con Rea Silvia a los gemelos Rómulo y Remo. Por ello parece lógico que a él se le otorgara el honor de presidir sobre el primer mes del año, así como a Venus, protectora del mes de abril y también madre engendradora en el mito de Eneas, hacerlo sobre el segundo.
Numa Pompilio, el segundo rey de Roma -de nuevo, según contaba la tradición romana posterior-, estableció un nuevo calendario para mejorar el de Rómulo, en muchos sentidos imperfecto. Así se añadieron dos meses más para tratar de paliar la inconexa relación que había entre los meses y las estaciones del año. Febrero, dedicado a los espíritus sagrados, seguramente se convirtió en el cierre del año. Al ser el último, no necesitaba tantos días como otros meses para completar el ciclo que ideó Numa, por lo que se quedó con 28 y desde entonces, por miedo a importunar a los espíritus, jamás nadie se atrevió a modificarlo. Pero, ¿donde se colocó enero?
Para responder esta pregunta primero debemos narrar brevemente esa historia que quizá conozcas o hayas oído alguna vez, la que cuenta cuándo se cambió el inicio del año al 1 de enero. ¿Seguro que la conoces? ¿Por qué no la lees de nuevo?
En esta difundida historia se cuenta cómo en el año 154 a. C. los romanos, preocupados por la amenaza que suponían los segedenses en Hispania, decidieron cambiar el inicio del año, que hasta entonces había sido en marzo, al 1 de enero. Así hicieron posible que los cónsules fueran elegidos el 1 de enero del año 153 a. C. para viajar a Hispania y combatir antes de la llegada de la primavera. A grandes rasgos, quienes cuentan esta historia suelen terminar diciendo que fueron los hispanos, y concretamente los segedenses, los culpables de que el año comenzara desde entonces el 1 de enero. Una historia redonda que hace gala de la importancia de los pueblos de la Península Ibérica contra el poder romano entregándoles el orgullo de haber provocado un cambio en su calendario. Una historia ideal; idealmente falsa.
Es cierto que a partir del año 153 a. C. los cónsules pasaron de ocupar sus nuevos cargos cada 15 de marzo para hacerlo cada 1 de enero, es decir, el comienzo del año político cambió su fecha -como lo había hecho varias veces a lo largo de los siglos anteriores, atendiendo a las necesidades de cada momento-. También es cierto que el motivo fue el que cuenta esta historia: llegar antes a Hispania para continuar la guerra contra los pueblos indígenas. Sin embargo, el año civil y religioso por el que se regían los ciudadanos de Roma llevaba por entonces varios siglos comenzando el día 1 de enero.
Pero para estar seguros por completo, leamos el texto de Tito Livio del que surge este bulo por una mala lectura y sobreinterpretación.
“Consules anno quingentesimo nonagesimo octauo ab urbe condita magistratum kal. ian. inire coeperunt. Mutandi comitia causa fuit quod Hispani rebellabant.” (Tito Livio, AUC, Periocha XLVIIl,13-14)
“En el año 598 desde la fundación de la Ciudad, los cónsules comenzaron a asumir su cargo en las kalendas de enero. La causa de este cambio en la fecha de las elecciones fue una rebelión hispana.”
Como se puede observar, el famoso texto solo dice que lo que se cambió fue la fecha de las elecciones de ese año. En ningún momento se dice que el año civil cambiara su inicio porque, según cuentan los historiadores romanos, fue seguramente el rey Numa (o algún otro gobernante de la época cuyo nombre no ha quedado en la historia) quien en el siglo VIII-VII a. C. colocó el mes de enero en la primera posición del nuevo calendario. Ianuarius, mes dedicado al dios Jano, divinidad protectora de los finales y los comienzos que con sus dos cabezas podía ver el pasado y el futuro, fue el mes que abrió el calendario romano desde mucho antes de lo que los propios romanos podían recordar con claridad.
A pesar de todo, la realidad es mucho más compleja: ni los propios autores clásicos tenían claro si alguna vez llegó a existir el año romuleano de diez meses o si febrero fue alguna vez el último mes del año, como atestiguan Ovidio en sus Fastos -I, 44 y II, 51- o Plutarco -Vida de Numa, 18-19-. Aun así estos y otros autores sí coincidieron en que desde su inclusión en el calendario, ya fuera en época de Rómulo o de Numa, enero fue siempre el mes que dio inicio al año romano. Además, Ianuarius estaba dedicado a Jano, dios de los comienzos y los finales y a quien se dedicaba el cambio de año. Su epíteto era «bifronte» por tener dos caras: una con la que miraba al pasado y otra al futuro, algo que hace imposible que el mes de enero fuera colocado en una posición que no fuera la primera desde su inclusión en el calendario.
Debemos eliminar los mitos de la historia repetidos una y otra vez hasta la saciedad, copiados unos de otros sin parar. Una rápida revisión de las fuentes desmonta totalmente el cuento que todos hemos leído alguna vez y nos muestra una historia mucho más cercana a la realidad.
Este bulo, por desgracia, tiene una desafortunada relación con el nacionalismo español que desarrolló el ideario franquista a mediados del siglo XX a imagen y semejanza de las ideas nazis y fascistas de Alemania e Italia. En España se alababa el valor de los “iberos” y a la vez la fuerza de los romanos en un deprimente ejercicio de presentismo histórico. Esa dualidad es la que posibilitó que un bulo sin argumentos ni solidez se consolidara hasta nuestros días.
Así que la próxima vez que leáis que el año comienza el día 1 de enero desde el año 153 a. C. gracias a los segedenses, enviadles este artículo para que sepan la verdad.
Y si quieres saber más sobre el calendario romano te recomiendo el libro: Un año en la antigua Roma. La vida cotidiana de los romanos a través de su calendario.
Néstor F. Marqués – Coordinador Antigua Roma al Día
Siempre contigo se aprende. Gracias
Ufff… no sé, no sé. Las fuentes que afirman esto creo que son muy posteriores a las que afirman lo contrario.
No sé… tirarse así a la piscina enarbolando la verdad absoluta y recomendando este artículo al cree lo contrario….
Estimado Teo. Respeto tu opinión pero me temo que discrepo. Tu planteamiento sería adecuado si realmente existiera alguna fuente que hablara en contra de las ideas que tan claramente muestran Ovidio y Plutarco basándose en la tradición que llevaba siglos aplicándose. El problema es que dichas fuentes no existen. Tan solo existe un bulo que se ha hecho muy grande con el paso del tiempo. Hoy en día todo historiador especializado en el calendario romano tiene claro el bulo y sus orígenes. Un saludo.
Este articulo, imagino que basado en la teoría de Jörg Rüpke, en realidad no es mentira ni verdad: los romanos no tenían un concepto fijo de año legal: en realidad casi siempre lo marcan por el consulado y los cónsules toman posesión, no se eligen, en los idus de Marzo que por otra parte con el asunto de la intercalatio también iba arriba y abajo. Todo el calendario romano es un esfuerzo, infructuoso, de ajuste al calendario lunar: los idus (Luna llena) de marzo (comienzo de Primavera) es una fecha lógica que muy pocas veces se cumplió.
Lo importante, y lo que trato en el artículo, es el inicio del año civil o religioso, que sí era tenido en cuenta. Por otro lado, efectivamente, no hay un concepto romano de año legal como tal, lo que no hace más que desterrar todavía más el bulo del cambio del año religioso en el 153 a. C.
La cuestión del calendario lunar es bastante más compleja, por otro lado. Ya con la introducción de los nuevos meses de Numa (según la tradición) y especialmente con las reformas de los decemviri, el calendario romano pasó a regirse por un ciclo solar que finalmente se adaptó al sol con el paso al calendario juliano en el 45 a. C.
Interesante. ¿Tenemos fuentes sobre los especialistas en calendario romano que unánimemente aceptan esto y sobre la relación con el ideario franquista? Gracias.
Por supuesto. Empezando por Rüpke, Samuel, Michels, Ginzel… cualquier autor de calidad que ha estudiado en profundidad el calendario romano. De hecho, varios de ellos ni siquiera hacen mención del bulo puesto que ignoran que siga activo al estar tan restringida su localización en buena medida a España.
Hablo del tema también en mi libro Un año en la antigua Roma, por si le quieres echar un vistazo.
Con todo el respeto: lo que dices demuestra que desconoces (al igual que Rupke y sus simpatizantes) gran parte de la historia del calendario antiguo romano.
Vale que os paséis por alto la más que evidente cuestión de los nombres cambiados en dos posiciones (septem 9, octo 10, novem 11… etc), y que no valoréis en absoluto la validez de los relatos de autores como Gayo Licinio Macer y Macrobio, entre otros.
Pero el descubrimiento de los calendarios etruscos de 10 meses destinados a las audiencias reales, como los hallados en la tabula capuana o el liber linteus de Zagreb, y la demostrada influencia que este pueblo ejerció sobre Roma en sus primeros años, supone una prueba lo suficientemente sólida como para negar, así tan tajante, la existencia de dicho calendario y su posterior reforma.
Un cordial saludo.
Hola, Nood. Muchas gracias por tu comentario. De hecho no creo que estemos en desacuerdo. Es totalmente posible que existiera en la Roma arcaica, como en Etruria, un calendario de diez meses que comenzaba en marzo y terminaba en diciembre. Por supuesto, también es posible que los meses de enero y febrero se adscribieran a Numa como tantas otras cosas pero que realmente tardaran algo más en aparecer. Lo que sí está claro es que las tradiciones de ambos meses y sus festividades son arcaicas y, como tales, debieron existir desde los momentos más antiguos de Roma. En este pequeño artículo tan solo trato de eliminar el bulo que tanto tiempo lleva rondándonos al respecto del (falso) cambio de posición de enero en el calendario civil en el año 153 a. C. Creo que estarás de acuerdo conmigo al pensar que no se sustenta por ninguna parte. Las fuentes son claras al respecto. Tan solo una mala interpretación de la perioca de Livio llevó a que se generase el bulo.
Como te digo, no creo que tu comentario vaya en contra de lo que opino yo.
Gracias por tu aportación, un saludo.
Gracias por tu pronta y respetuosa respuesta.
Estoy de acuerdo en que el cambio de nombramiento de los cónsules al mes de Enero, acometido en el 153 a.C., no es motivo como tal para afirmar que, desde entonces, el año empezara ya siempre en ese mes en lugar de hacerlo en Marzo.
Pero lo que no se puede negar es que, al menos durante los dos primeros siglos de la República, el año civil comenzaba en Marzo y terminaba en Febrero.
Esta afirmación se basa en el demostrado hecho de que la intercalación de los mercedonios se realizara en ese mes (igual que en Mesopotamia, Canaan y Grecia se añadían siempre tras el último mes del año), así como el hecho que se celebrasen fiestas agrarias como la februa (fiesta etrusca que representaba el final del año agrícola, sustituida después por las lupercales) o la Terminalia, reflejan claramente la posibilidad de que Febrero se tratase del último mes del año, como mínimo, hasta las reformas del siglo I. a.C., llevadas a cabo con el fin de olvidarse del desajuste lunisolar para centrarse exclusivamente en el ajuste del año civil con el año trópico.
Es grato conversar de estos temas con otras personas. Muchas gracias y un cordial saludo.
Faltaría más, el debate es sano siempre que el rigor esté presente. Creo que lo que planteas no rompe, al menos en parte, lo que comento yo. En mi libro Un año en la antigua Roma podrás ver que considero que, al menos hasta el siglo V a. C. (o tal vez el IV), febrero fue necesariamente el último mes del año romano como se demuestra precisamente por las razones que comentas. Los festivales de purificación ya celebrados en fechas tempranas estaban totalmente relacionados con el final del año y el paso al nuevo (también lo puedes leer de forma muy resumida en este otro artículo del blog: Febrero, el mes romano de la purificación).
No soy tan partidario de mantener febrero en esa posición hasta fechas tan tardías como el siglo I a. C. (especialmente si tenemos en cuenta claras evidencias como los fasti antiates maiores). Es posible que el cambio lo llevaran a cabo los decenviri.
En cualquier caso, en relación a enero, no creo que sea posible decir que no fue el primer mes del año al menos desde el comienzo del periodo republicano. No podemos denostar fuentes como Plutarco u Ovidio tan a la ligera, pues estaban marcando con claridad una tradición regia que se remontaba varios siglos atrás. Todos ellos pensaban que enero había sido el primera mes del año desde hacía siglos. De la misma forma que con las festividades de febrero, no se puede entender un mes que porte el nombre de Jano bifronte que no esté colocado al inicio del año desde su creación. De ahí que, ya fuera «Numa» u otro gobernante durante el periodo regio, lo que parece más probable es pensar que desde la inserción de este mes en el calendario romuleano de diez meses, fue el primero del año.
En todo esto sí estoy completamente de acuerdo. Puede que Enero fuese el primero desde la reforma llevada acabo supuestamente en tiempos de Numa, y Febrero el último, como apuntaba Ovidio.
Puede que Marzo indicase el inicio del año militar (herencia del antiguo calendario de diez meses) y que el civil pasase a comenzar un par de lunas antes.
No hay pruebas que afirmen ni una cosa ni la contraria. No obstante, la raíz etimológica del nombre de los meses, me sigue animando a pensar que no tiene sentido colocar un mes al principio y otro al final, sino dos al final para no alterar la nomenclatura. Y que fue el desajuste de fechas festivas fijas respecto al año trópico lo que llevó a variar el mes de inicio del año.
Gracias por la plática.
Gracias, me acabo de caer del burro.
Una pregunta relacionada
¿Por qué septiembre no pasó a llamarse noviembre, y los últimos meses undiciembre y dodecaembre o similar?
Recientemente hay una tendencia, no mal dirigida, a considerar que esto es un bulo creado por el nacionalismo español. No le falta razón de su uso en épocas pasadas como base de la idiosincrasia ibérica, al igual que todo el mito de Numancia. No obstante, hay que recordar que el franquismo no inventa el supuesto bulo, sino que lo utiliza y además el desmentido no hace sino caer en errores tan palmarios como el que pretende desmontar.
En primer lugar, esta teoría, plantea que la elección de los cónsules no marcaba el principio de año en Roma, sino que este venía fijado desde la época de la monarquía (Plutarco – Bioi parallēlloi-Vida de Numa, 18-19) en el mes dedicado a Jano (Ianuarius) ya que este muy arcaico dios, exclusivamente romano, era el marcaba los principios y finales de las conmemoraciones religiosas. Sin entrar en la complicada esencia del calendario arcaico romano- ¿Diez o doce meses y dónde colocar los meses no numerales? – la fiabilidad de la historiografía romana sobre el periodo de la monarquía es profundamente dudosa; posiblemente es un compendio mezcla de mitos populares y realidades con el que los autores de época imperial querían establecer una justificación sobre la superioridad de Roma.
Pero, dejando aparte esta disquisición, nada impide que hubiera dos principios de año, uno religioso y otro civil, igual que en la actualidad hay un año civil y otro escolar, por ejemplo. Lo que no hay duda es que el año civil comenzaba con la elección de los cónsules. De lo contrario, teniendo en cuenta que estos tenían como función principal dirigir el ejército, no se justifican las festividades relacionadas con el ciclo de la guerra: la procesión de los Salios con los ancilia, los escudos sagrados; las Equirria; el Quinquatrus o purificación de las armas y el Tubilustrium, todos ellos en marzo o alrededores. Y además los romanos, este es el argumento definitivo, denominaban los años desde la supuesta fundación de Roma, 753 a.C. y, más frecuentemente, por el nombre del cónsul en activo: “el año del consulado de…”, algo absurdo si el año oficial empezara en otra fecha.
Otra cuestión es si realmente la guerra contra Segeda fue el motivo principal de ese cambio de fechas, lo cierto es que a lo largo de las Guerras Macedónicas y otros conflictos en el Mediterráneo Oriental se había visto que el tradicional ciclo guerrero de Roma, de marzo a octubre y ajustado a una polis que tenía sus intereses en la Península Itálica, era profundamente incómodo para unos ejércitos que tenían que desplazarse miles de kilómetros.
Por otra parte, hay otra circunstancia en que se repara poco, quizás por su complicación, la intercalatio. El calendario de época republicana intentaba ajustar el año solar con los meses lunares de 28 días- teóricamente los idus coincidían con la luna llena, asi los idus de Marzo estarían vinculados a la primera luna llena de primavera ¿Les suena? – Un principio bastante lógico de celebración. Esta distorsión del año solar y el año lunar se solucionaba con la intercalación teórica de un mes cada dos años (mensis intercalaris) pero la facultad de aplicarla recaía sobre el pontífice máximo y en virtud de la política del momento parece que no se realizaba con la absoluta escrupulosidad que marcaba la ley (Lex Acilia de intercalando). Este sistema de ajuste subjetivo hizo que el calendario oficial se convirtiera en un caos en que las festividades no coincidían en absoluto con la fecha solar.
Sparavigna intenta desentrañar la confusión de fechas de calendario republicano, obteniendo algunas de estás de la obra de Tito Livio, AUC, en que el autor marca la coincidencia de un hecho relevante con un posible eclipse, y confrontandolas con las fechas actuales dadas para la localización de estos fenomenos en la moderna herramienta del Calendario Astronómico y Espacial CalSKI.
Según estos cálculos el eclipse sucedido en la batalla de Pidna (168 a.C) fue el 21 de junio (fecha solar) y Tito Livio nos dice que fue “Durante la noche que siguió a la víspera de las nonas de septiembre [la noche del 3 al 4 de septiembre] tuvo lugar el eclipse a la hora indicada” [AUC. XLIV.44,37] lo cual da para esa fecha una distorsión de, al menos, dos meses.
Ya que no tenemos ninguna razón para pensar que en los siguientes quince años se hubiera corregido la distorsión del calendario, esta misma razón nos lleva al absurdo de que los idus de marzo se celebraban en el mes de febrero lo cual no parece avanzar en la necesidad de adelantar la partida del ejército por razones climáticas. El motivo, muy posiblemente, fue otro y hay que tener en cuenta que Tito Livio dice “La causa de este cambio en la fecha de las elecciones fue una rebelión hispana.” La teoría climatológica es muy posterior.
Como hemos apuntado más arriba es muy probable que el cambio se hiciera por una cuestión práctica que ya se había hecho notar en las guerras en Grecia y se aprovechara la situación, pero ello nos lleva a una nueva visión de la Segunda Guerra Celtibérica. Sin más, y como ejemplo la batalla de la Vulcanalia es probable que tuviera lugar en el mes de junio.
Alberto Gonzalo
Estimado Gonzalo. Gracias por tu comentario. En la segunda parte del mismo estoy totalmente de acuerdo contigo. De hecho, puedes leer al respecto en mi libro Un año en la antigua Roma. Es la primera parte en la que difiero. Ya son muchos años los que llevo eliminando el bulo y ya son muy pocos los que lo mantienen. Por supuesto, no tiene su origen en el franquismo (es anterior), aunque fue empleado propagandísticamente en su época. El problema principal es que, estando de acuerdo en que existen dos calendarios diferentes para los romanos, no son el cívico y el religioso, que van unidos como muestra J. Rüpke en sus obras dedicadas en gran profundidad al complejo estudio del calendario romano. Los dos calendarios son, por tanto, el cívico-religioso y el político. Usando tu misma analogía, el calendario civil y el político en nuestro país tienen inicios diferentes, pero el que rige la vida es el civil, no el político. Por otro lado, hay que ser cautos al relacionar las idus de marzo con el supuesto inicio del año, porque estaríamos hablando de las kalendas. Finalmente, no has tenido en cuenta que el año político había tenido otros muchos puntos de inicio a lo largo del año durante los siglos anteriores, sin que debamos pensar que el inicio del año civil cambiaba en cada una de esas ocasiones. Todo ello debido a que el año civil empezaba el 1 de enero desde siglos atrás. La mención de Livio solo hace referencia a que esa fue la última vez en la que se cambió el inicio del año político, que marcaba la elección de los cónsules, pero no la vida diaria de los ciudadanos.