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14 | 02 | 2018

Diez consejos para romanos (y romanas) enamorados

Noticia Antigua Roma al día

Mucho antes de que existieran las aplicaciones para ligar, las citas rápidas y, de hecho, miles de años antes de que existiéramos nosotros mismos, el poeta Ovidio creó entre finales del siglo I a. C. y principios del I d. C. el manual definitivo para romanos y romanas enamorados. Tres fueron los libros que publicó al respecto del amor: AmoresArs amatoria -el arte de amar- y Remedia amoris -remedios contra el amor-. En ellos, el poeta cuenta historias de amor divino, aconseja tanto a hombres como a mujeres sobre cómo cortejar al género opuesto y, por supuesto, ayuda a aquellos que acaben con el corazón roto a superar los problemas del amor de forma estoica.

A continuación encontrarás diez interesantes consejos para cortejar al romano o la romana que siempre deseaste.

Advertencia: no intentes utilizar estos consejos con personas del siglo XXI; no saldrás bien parado… ¡y con razón!

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1 Romper el hielo es fácil en el circo

El Circo, que da cabida a tanta gente, ofrece muchas ventajas. […] Siéntate al lado de tu amada, si nadie te lo impide; acerca tu costado al suyo todo lo que puedas, sin miedo, puesto que, aunque tú no quieras, la estrechez de los asientos obliga a juntarse y por imposición del lugar has de rozar a la joven.

2 Aprovecha cualquier excusa para ser amable

Si algo de polvo cayera por casualidad en el regazo de la joven, sacúdeselo con los dedos, y aunque no haya polvo ninguno, sacúdeselo de todas formas, como si lo hubiera; cualquier cosa te puede servir para mostrar tu amabilidad. Si el manto le cuelga demasiado y le arrastra por tierra, recógeselo y álzalo deprisa del inmundo suelo; después de lo cual y en premio por tu amable gesto, tendrás la suerte de contemplar, sin que se oponga a ello la joven, sus piernas con tus propios ojos.

3 Detecta los momentos precisos

También en los banquetes puedes encontrar algo más que vino. El vino prepara el espíritu y lo hace receptivo para el acaloramiento: la angustia desaparece y se disuelve en el alcohol abundante.

4 ¡Que la noche no te confunda!

No creas demasiado a la luz engañosa del candil: para valorar la belleza, la noche y el alcohol son un estorbo. Paris contempló a las diosas a la luz del día y bajo el cielo abierto cuando dijo a Venus: «tú superas a las otras dos»; de noche se ocultan las faltas y se quita importancia a cualquier defecto; esa hora hace hermosa a cualquier mujer. Es de día cuando has de examinar las piedras preciosas y la lana tenida de púrpura, de día también cuando has de examinar el rostro y la figura.

5 Seduce primero a la criada

Antes de conquistar a una joven, procura conocer a su criada: ella te facilitará el acercamiento. Has de ver en qué medida es partícipe de los planes de su señora, y que no vaya a ser una cómplice poco fiel de tus secretos devaneos. Sobórnala con promesas, sobórnala con súplicas: lo que pretendes, lo obtendrás muy fácilmente, si ella quiere.

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6 Síguela a todas partes (¿acoso? no, ¡qué va!)

En el amplio pórtico, detente para hacerle compañía, y unas veces procurarás ir delante, otras irás detrás, a su espalda; unas veces marcha deprisa, y otras ve despacio. Y no te dé vergüenza dejar de vez en cuando algunas columnas de separación, o juntarte a ella codo con codo. Cuando se levante, te levantarás; mientras esté sentada, te quedarás sentado. Pierde el tiempo al antojo de tu amada.

7 Arréglate, pero poco

No se te ocurra rizarte el pelo con unas tenacillas, ni depilarte las piernas con áspera piedra pómez; […] Belleza sin aliño cuadra bien a los varones. […]Que vuestros cuerpos agraden por su limpieza; haced que se pongan morenos en el campo de Marte; procurad que os siente bien la toga y que no lleve manchas. Que la lengua no se te quede tiesa; véanse libres de sarro tus dientes y que el pie no te nade de un lado a otro en la sandalia desatada, y que un mal corte de pelo no te deforme la cabellera, dejándotela erizada: hazte cortar el pelo y afeitar la barba por una mano experta; no te dejes crecer las uñas y llévalas limpias, que no haya ningún pelo en los orificios de tu nariz, ni sea hediondo el aliento de tu maloliente boca, y que el semental y padre del rebaño no ofenda el olfato. Deja que hagan todo lo demás las jóvenes coquetas o el torpe varón, si lo hubiera, que pretenda conquistar a otro varón.

8 Cuidado con los hombres presumidos

Evitad a los hombres que hacen cuidado ostentación de su elegancia y galanura,  y colocan cada cabello en su sitio. Las palabras que os dicen a vosotras, se las dijeron a otras mil mujeres: su amor va de acá para allá y en ningún lugar se detiene. ¿Qué va a hacer una mujer cuando su amante tiene la piel más suave que ella misma y hasta puede tener más pretendientes que ella?

9 Si hay que llorar, se llora

Si puedes, que ella te vea las mejillas húmedas. Y si no te salen las lágrimas (pues no siempre vienen a su debido tiempo), restriégate los ojos con la mano mojada. ¿Quién, si es un experto, no mezclará besos con palabras tiernas? Aunque ella no te los dé, róbaselos tú a pesar de no dártelos. Es posible que al principio luche contigo y te llame «sinvergüenza», pero deseará sin embargo que la venzas en la lucha. Sobre todo ten cuidado de no hacerle daño en sus delicados labios cuando le arranques violentamente los besos, y no pueda quejarse de que hayan sido brutales.

10 Si tienes una aventura, niégalo y todo irá bien

Si llegan a descubrirse algunas de las aventuras que habías mantenido bien en secreto, tú, aunque se descubran, niégalas una y otra vez a pesar de todo. No debes entonces mostrarte sumiso ni más amable que de costumbre: eso es señal inequívoca de conciencia culpable.

Y cuando lleguéis al cubiculum

Créeme: no hay que apresurar el placer de Venus, sino retrasarlo poco a poco con morosa lentitud. Cuando hayas encontrado un punto que a la mujer gusta que le acaricies, no sea la vergüenza un obstáculo para que sigas acariciándolo. Verás entonces sus ojos chispear con brillo tembloroso, igual que a veces el sol reverbera en el agua transparente. Vendrán después los quejidos, vendrá el amable murmullo y los dulces gemidos, y las palabras propias del juego. Pero tú no dejes atrás a tu amada haciendo uso de velas mayores, ni ella te adelante a ti en la travesía; llegad a la meta al mismo tiempo; entonces el placer es completo: cuando la mujer y el hombre yacen después de haber languidecido a la par. Es la norma a la que debes ajustarte cuando tienes tiempo de sobra y el temor no apresura la acción furtiva; pero cuando el demorarse no carece de riesgos, conviene lanzarse a todo remo y clavar la espuela en el caballo que cabalga a rienda suelta.

 

Así que ya lo sabéis, como dijo el propio Ovidio: todo aquel que triunfe sobre una mujer usando mis armas, y también las muchachas escriban sobre sus trofeos: PUBLIO OVIDIO NASÓN FUE MI MAESTRO. Y para conocer otros consejos amorosos de Ovidio y mucho más, te recomendamos nuestro nuevo libro:

UN AÑO EN LA ANTIGUA ROMA

 

¡Extra! Si nada funciona: remedios contra el amor

Ovidio también nos da algunos consejos para curar el desamor en su obra, entre ellos, salir de la ciudad, mantenerse ocupado alistándote en el ejército o dedicándote a la agricultura. Si no puedes irte de la ciudad asegúrate de recordar los defectos de tu amada, compárala con otras mujeres y visítala cuando esté sin arreglar. Aléjate de otros enamorados y por supuesto, olvida este amor con uno nuevo.

Ps: Seguro que has leído alguna vez sobre la relación de San Valentín y el mundo romano… ¿Sabes que no es real? Rompe con el mito y descubre el VERDADERO origen de San Valentín.

Néstor F. Marqués – Coordinador de Antigua Roma al Día

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Comentarios

  1. «No intentes utilizar estos consejos con personas del siglo XXI»

    ¿No os da vergüenza decir esto? ¿Es «adanismo» auténtico o impostado?

    A excepción del 5º y 6º, ¿me pueden explicar qué tienen de caducos los restantes?

    Gracias
    Un saludo

    1. Como puedes ver por el texto de Ovidio, una fuente primaria, sí lo hacían. De hecho, como puedes leer, a diferencia del anfiteatro donde había una amplia restricción jerárquica en la forma en la que se ordenaba el público, en el circo la disposición de la gente era mucho más libre.

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